Vestimenta de vendedores ambulantes en 1810: resistencia y economía

En el año 1810, los vendedores ambulantes de Buenos Aires, conocidos como afroporteños rioplatenses, desempeñaban un papel importante en la actividad artesanal y el comercio ambulante de la ciudad. Estos vendedores, en su mayoría de origen africano y esclavizados, utilizaban prendas que representaban una resistencia silenciosa hacia la opresión que sufrían.

En esta nota hablaremos sobre
  1. La vestimenta de los vendedores ambulantes
    1. Productos vendidos por los vendedores ambulantes
  2. La vestimenta de las mujeres esclavas
    1. La dura vida de las vendedoras ambulantes

La vestimenta de los vendedores ambulantes

La vestimenta de los vendedores ambulantes de 1810 se caracterizaba por ser simple y económica. Estos hombres y mujeres vestían con ropas de algodón, que eran las más baratas del mercado, o con prendas descartadas por las personas que los poseían. Sin embargo, había dos características distintivas en su vestimenta.

La primera característica eran los remiendos en sus prendas, que llegaban hasta los andrajos. Estos remiendos eran evidencia de la falta de recursos económicos de los vendedores ambulantes y de su necesidad de utilizar prendas usadas. La segunda característica era el calzado, que generalmente eran zapatos pertenecientes a sus dueños y que casi nunca coincidían con la medida de sus pies. Estos vendedores estaban acostumbrados a no tener zapatos que los sujetaran correctamente.

Productos vendidos por los vendedores ambulantes

Los vendedores ambulantes de 1810 ofrecían una variedad de productos para el consumo diario de la población. Algunos de los productos más comunes vendidos por estos vendedores eran:

  • Velas
  • Escobas
  • Agua
  • Leche
  • Plumeros

La vestimenta de las mujeres esclavas

Las mujeres esclavas que también se dedicaban al comercio ambulante en 1810 vestían con prendas similares a las de los hombres, pero con algunas diferencias. Solían llevar una pollera de bayeta-algodón, una enagua terminada con puntillas y un jubón. Además, usaban un pañuelo anudado al cuello, que en la calle se colocaban debajo del mentón para cubrir la cabeza. En invierno, llevaban un poncho y casi siempre iban descalzas. Sin embargo, la mayoría de estas mujeres vestían con las ropas desechadas por las mujeres de las familias a las que pertenecían.

La dura vida de las vendedoras ambulantes

Las mujeres esclavas que se dedicaban al comercio ambulante llevaban una vida cotidiana realmente cruel. Por cada venta que realizaban, solo obtenían una ínfima suma de dinero, aproximadamente 0,03 pesos. Además, debían comprar decenas de miles de porciones de mazamorra, uno de los productos que vendían, durante años para poder alcanzar la meta de ser libres. Esto las llevaba a padecer dificultades económicas y muchas veces se veían obligadas a prostituirse para cubrir sus necesidades básicas.

El famoso pregón mazamorra caliente, para las viejas sin dientes que solían entonar estas mujeres ha sido malinterpretado a lo largo del tiempo. Muchas de ellas eran esclavas de viudas, y la referencia a las viejas sin dientes era una alusión personal a su situación.

La vestimenta de los vendedores ambulantes de 1810 reflejaba su condición social y económica. Estas personas utilizaban prendas simples y económicas, con remiendos y calzado que no les quedaba correctamente. A través de su vestimenta, los vendedores ambulantes mostraban su resistencia hacia la opresión que sufrían. Las mujeres esclavas, por su parte, llevaban una vida cotidiana realmente dura, dedicándose al comercio ambulante y luchando por su libertad.

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